domingo, 30 de septiembre de 2012

lobo



De niña
cuando me preguntaban de que tenía miedo
yo siempre respondía:
a parir y al lobo.

Al lobo lo ví una vez de noche
volvíamos a casa atravesando el monte
y mi padre lo señaló con el dedo iba solo
                                   [como perdido
olvidado el instinto en alguna parte
retrocedía el hambre a otra época

ni siquiera nos miró
absorto en su sangre en su cavilación
quizás 
la noche le evidenciaba en el pinar
la gangrena de su especie

Recuerdo bien sus patas tronzando la helada
el silencio tenso con el que la evolución asisitió a tal escena
la tosca indiferencia de la lechuza   del granito o de la masa de pan
que siguió fermentando sus moléculas de harina
acostumbrados hasta tal punto a la extinción que non repararon un instante...

Desde entonces mi miedo es un gurú que aúlla en la noche
a tí y a tí y a tí
aunque me oís ahora aunque me veis hablar
poniendo la lengua en el punto exacto que manda la madre fonética
no soy yo

esta voz que gruñe
aseguro
que no soy yo
yo
este ruido cóncavo que hacen las vocales con la sangre
esta trementina negra en que se convirtió mi saliva al tragar
maldita sea yo misma
y la raza que me enseñó la noche como si fuera una abreviatura de dios

Ahora ya sé 
seguro
que las tripas del último lobo me rondan el lenguaje
y si un día el monte me atraviesa para volver a su casa
indicaré con el dedo  aquí dentro
donde la voz se me toma como un reo
¿Qué diré ahora
si me preguntan
a qué tengo miedo?

Olga Novo es poeta, ensayista y traductora.

http://www.fronterad.com/?q=node%2F6176


alex federov, 1988


josé naveiras: las derrotas


mal



"El mal no es nunca "radical", sólo es extremo, y carece de toda profundidad y de cualquier dimensión demoníaca. Puede crecer desmesuradamente y reducir todo el mundo a escombros
precisamente porque se extiende como un hongo por la superficie."

Hannah Arendt

opaque





sábado, 29 de septiembre de 2012

risa y verdad



Me ha sido dado, durante mi agitada vida, conocer a muchos seres malvados y mezquinos, pero nunca he visto seres más mezquinos y malvados que aquellos dos (el Sr. y la Sra. Morlot). Si los juzgo de ese modo, no es tanto por el mal que pudieron hacer -y que ignoro-, sino porque sostengo que habrían sido capaces de cometer crímenes.


No los cometieron, se me dirá. Sin duda. Pero, del mismo modo que puede uno convertirse en asesino sin tener alma de criminal, creo que se puede tener alma de asesino y no cometer crímenes. Juro que, en ocasiones, vi pasar por sus ojos el deseo de verme muerto. Simplemente no lo verbalizaron. Aún diría más: es probable que ellos mismos ignoraran ese deseo del que hablo. No supieron que era eso lo que deseaban. Pero pondría la mano en el fuego -soy el único que se dió cuenta, porque sólo yo ví sus ojos, sus ojos helados-.

Sacha Guitry. Memorias de un tramposo. Periférica, 2012.

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pepe